miércoles, 26 de enero de 2011

Exactamente eso

Escribir su inicial por todos lados. Sonreír cuando te habla como si fuera lo más gracioso del mundo y decirle que es tonto. Obsesionarte con las llamadas perdidas, su voz y sus mensajes interminables. Creer que su olor ha de formar parte de cualquier molécula de oxígeno que inspires, que sus pupilas van a acabar de trastornarte, porque esos ojos marrones son encantadores.

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