miércoles, 22 de diciembre de 2010

Siempre la misma canción


Es como cuando escuchas una canción nueva por primera vez. Una canción que acaba de salir en la radio, que no habías oído nunca. Y la escuchas una vez más, de casualidad, y te encanta. Y la escuchas otra vez, por sorpresa, y te gusta todavía mas. Y llegas a casa y escribes en Google una frase de la canción. Y pones el título en Youtube para escucharla por tercera, cuarta y quinta vez. Y la escuchas diez veces más en media hora. La pones a descargar en Ares y la metes al iPod. Te la llevas a la calle y parece que no te vas a cansar nunca. Entonces te fijas en los acordes, en el ritmo de la batería, en el agudo al final del estribillo, en la letra… es perfecta.

Pero al final te cansas. Ya no te llama la atención el ritmo, te aburre la melodía, dejas de sentirte identificada con la letra… ¿y entonces qué? Queda abandonada en la carpeta, la pasas para escuchar otras nuevas. Un día enganchas el iPod al ordenador y decides borrarla. ¿Y entonces… qué?

Entonces llegan las canciones nuevas, que repetirán el mismo ciclo que esta. Y también, en una carpeta tan vieja como usada, quedan una o dos canciones que siempre han estado ahí. Canciones que llevan años allí metidas, que por algún extraño motivo nunca dejaron de sonarte bien. Canciones que llegan para quedarse, que no te cansan, que no dejan de gustarte. Canciones con esencia que, cuando dejan de ser “la novedad”, aun conservan “algo” más.

Y así pasa con las personas. Están las que vienen de paso, las que llaman la atención como novedad, las que parecen perfectas y terminan por cansarte... esas que pueden ser sustituidas por otras nuevas parecidas. Y también están las personas con esencia… las que te aportan algo más, las que aún te siguen enganchando después de varios años y no te cansas de escuchar.

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